lunes, 29 de agosto de 2011

Te haces mayor, conforme creces la gente deja de acordarse de ti y muchos ni si quiera se acuerdan de decirte un simple: ¡felicidades! por tu cumpleaños, ese día que era tan especial cuando tenías cinco, seis o siete años, las fiestas de cumpleaños disminuyen al igual que los regalos, los ratos en el parque se sustituyen por horas frente a un libro de historia, geografía o matemáticas, dejas de ser la personita pequeña a la que todos quieren mimar y pasas a ser la persona insegura, bipolar y maniático-depresiva, las muñecas cambian por libros con historias de adolescentes tontos enamorados, que sufren y siempre terminan juntos comiendo perdices, cosa que, todo hay que decir, no suele pasar en la vida real, y tus quinientos amigos son sustituidos por cinco de los cuales tres no merecen la pena…

Recuerdo que hace un año estaba preocupada por problemas, problemas con gente diferente a la que me rodea ahora, otros a los que me atreví a llamar amigos, pero entonces, pasa el tiempo y aparece nueva gente, que, ¡quién sabe cuánto tiempo estarán a tu lado! pero les abres la puerta de todas formas, entra gente nueva a tu vida y cada uno aporta su granito de arena en ti, algunos te enseñan a sonreír, se te presente lo que se te presente, a valorar, a querer, a desconfiar, a ser feliz, a no bajar la guardia, a sufrir… y, habitualmente ese aprendizaje sólo funciona a base de golpes, tropezón tras tropezón, golpe tras golpe… y tú te los das, caes, te levantas, te vuelves a caer, te vuelves a levantar, pasas página y sigues con tu vida, recuperado algunas veces y no tan recuperado en otras, consciente en todo momento de que volverás a tropezar con piedras y obstáculos futuros. Hace trescientos sesenta y cinco días lloraba con otras razones, por otra persona… por quien pensaba que sería mi gran amor, esa persona a la que dije que había querido como nunca antes y más que a nadie, lo mismo que después le dije a otra persona distinta, hace trescientos sesenta y cinco días creí que no se podía querer más de lo que lo estaba haciendo y que no habría dolor mayor del que sentía, y hoy en día no me considero hipócrita ni mentirosa por lo que dije ya que así era por entonces pero, como es inevitable, el tiempo continúa pasando y también llegan más personas como éstas, aprendes que hay nuevas formas de querer, que siempre se puede querer un poquito más de lo que ya lo has hecho y que siempre hay un dolor más fuerte del que has llegado a sentir y que si has querido y te han querido será porque también puedes querer a otra persona y te pueden querer otra vez igual o incluso más y mejor que la anterior.


Que las compañías van cambiando, la gente entra y sale de tu vida, algunos pasan rápido y no dejan apenas huella, otros se quedan guardados en forma de recuerdos y algunos incluso pueden marcarte y dejarte cicatriz, la gente a menudo cambia con el tiempo, o quizás es el tiempo quien nos muestra como son realmente, pero sea como sea, nada es lo que parece, las relaciones no son lo que pensamos, las personas no son lo que parecen ser, a menudo la gente nos decepciona, a veces nos traiciona, hay personas que se empeñan en intentar, intentar e intentar tirarte por los suelos y pisarte, pero entonces están las personas que te sujetan y evitan que caigas o, en casos extremos, se tiran al suelo sin dudarlo para recogerte y ¡esa gente es la que realmente importa! Esa gente es la que nos merece, la que merece nuestros buenos momentos y la que merece que nos preocupemos por ella, ¿los demás?, ¿la gente pasajera?, ¿la gente que sólo intenta hundirte y hacerte daño?, pues, como me dijo uno de los que sí merecen la pena: ¡dientes, dientes, que es lo que les jode!, les daremos sonrientes los buenos días, les recibiremos cada día con una enorme sonrisa para que vean lo felices que somos, sin ellos, sin sus falsas ayudas, sin sus intentos de engaños y sin sus pasos en nuestro camino.
Que a lo que tenemos que aprender todos es a vivir los pequeños momentos, que de eso se componen nuestras vidas, de pequeños momentos que terminan cuando a penas te has dado cuenta de que estaban sucediendo, que sobrevivir sabemos todos pero, ¿y tú?, ¿te atreves a vivir? Yo sí.

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