lunes, 11 de julio de 2011

Había una vez un gusano que se había enamorado de una flor. Era, evidentemente, un amor imposible, pero el insecto no quería seducirla ni convertirla en su pareja. Ni tan solo quería hablarle de amor. Él solamente soñaba con llegar adonde ella estaba y darle un beso. Un solo beso.
Cada día y cada tarde, el gusano miraba a su querida, cada vez más alta y más lejana. Cada noche soñaba que finalmente llegaba y la besaba.
Un día, el gusano decidió que no podía continuar soñando con la flor y no hacer nada por hacer realidad su sueño. O sea que, todo valiente, avisó a sus amigos; a los escarabajos, a las hormigas y a las lombrices de que se encaminaría por el tallo para darle un beso a la flor.
Todos coincidieron en decir que se había vuelto loco y la mayoría intentó convencerlo, pero no hubo manera, el gusano llegó, arrastándose, hasta el principio del tallo y comenzó la escalada. Estuvo encaminándose toda la mañana y toda la tarde, pero cuando el sol se ocultó, sus músculos estaban exhaustos. “Pasaré la noche agarrado al tallo – pensó – y mañana continuaré subiendo”. “Ya estoy más cerca que ayer”, pensó, pero solamente había avanzado unos centímetros y la flor estaba a más de un metro y medio de altura. Lo peor fue mientras el gustano dormía; su cuerpo viscoso y húmedo resbaló por el tallo y al día siguiente el gusano se despertó allá donde había comenzado el día antes. El gusano miró hacia arriba y pensó que tendría que doblar los esfuerzos durante el día y agarrarse mejor durante la noche. No sirvieron de nada sus buenas intenciones; todos los días, el gusano se encaminaba y la noche le resbalaba otra vez hasta el suelo. A pesar de eso, cada noche, mientras descendía sin saberlo, continuaba soñando con darle el anhelado beso. Sus amigos le pidieron que renunciara a su sueño, que soñara con otra cosa, pero el gusano se defendió, con razón, diciendo que no podía cambiar lo que soñaba cuando dormía, y que, si renunciaba a sus sueños, dejaría de ser quien era. Continuó igual durante días, hasta que una noche… Una noche, el gusano soñó tan intesamente con su flor que sus sueños se transformaron en alas, y al día siguiente el gusano se despertó convertido en una mariposa, desplegó sus alas, voló hasta la flor, y la besó.

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